Paul B. H.
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Ah, la formación profesional: una experiencia inolvidable donde cuatro años de mi vida se evaporaron en una institución que parece diseñada para desperdiciar tu tiempo. Si alguna vez has querido convertirte en un maestro de la paciencia y la frustración, este es el lugar perfecto.
Cuando empecé, no había suficientes ordenadores. Una escuela de tecnología sin tecnología. La solución: “Cómprate tu propio portátil.” Ahora prestan unos portátiles antiguos que se apagan solos y te hacen perder el trabajo al menor fallo.
El internet, por supuesto, es el chiste del siglo. Una velocidad de tortuga anciana combinada con filtros digitales propios de un estado policial. Si pretendes hacer algo sin un VPN, mejor ni lo intentes. Sólo aquí puedes aprender cómo la desesperación tecnológica es parte esencial de tu formación académica.
Ahora, el plato fuerte: el cuerpo docente. Todo un desfile de personajes inolvidables. Comencemos con el simpático maestro de las tangentes interminables. Entras a clase esperando aprender algo útil, pero sales convertido en un experto en futbol, historia local o cualquier cosa que se le ocurra ese día. Luego está el rey de los exámenes trampa, con pruebas que parecen diseñadas por un villano de película. Cuando te atreves a decirle algo, te devuelve la culpa con su frase de cabecera: "Es culpa vuestra por no prestar atención." ¿Atención a qué? Al material que jamás explicó.
Por último, la estrella: el gran motivador del siglo. Este hombre te arrastra a su monólogo diario sobre la importancia del esfuerzo, el cual repite como si le pagaran por palabra. Es como si quisiese destrozar tu ánimo con cada frase. Y claro, no podía faltar su toque de oro: comentarios sutilmente desmotivadores como "Si no has entendido esto a estas alturas, hay un bar afuera al que puedes ir." Perfecto para aquellos días en los que tu autoestima estaba casi intacta. Pregúntarle algo era pedir una tortura adicional: primero una repetición extendida de su sermón, y luego una respuesta que apenas tocaba el tema de tu pregunta. Sus videos pregrabados en Edpuzzle eran otra delicia: lentos, soporíferos, y una prueba de resistencia mental. Si no hacías trampa para adelantar el video, acababas mirando la pantalla como quien contempla el vacío existencial.
Los apagones diarios eran parte del sufrimiento constante. Nada como perder todo tu trabajo sin aviso previo para mejorar tus habilidades de paciencia. La incertidumbre de si podrías recuperar algo era el toque extra.
Los exámenes eran un show. Se hacían en la sala de informática con ordenadores tan lentos como una calculadora solar en día nublado, ratones rotos y teclados pegajosos. Era una prueba de paciencia, no de conocimiento.
Pero, ¿quieres un toque de positividad? El personal administrativo era amable, y el edificio estaba limpio. Increíble, ¿verdad? Tal vez limpiaban para compensar el caos absoluto que reinaba en todo lo demás. Mis compañeros fueron la única razón por la que no me volvi loco. Enfrentábamos juntos esta tragicomedia diaria como verdaderos camaradas.
Y todo esto por la mísera suma de 180 euros al año. ¡Una ganga! Recomiendo encarecidamente llevar un VPN, una batería de respaldo, y quizá también un terapeuta de confianza. Los 720€ en matrícula mas los miles en gasolina que me he dejado aqui habrían tenido mas valor en la chimenea de mi casa. Ahi almenos me proporcionan algo de calor. Un timo que por desgracia no puedo denunciar.
Gracias por los recuerdos, CDP José Cabrera. Jamás os olvidaré... aunque sinceramente desearía poder hacerlo. Al final, decidí que lo mejor para mi salud mental y para no seguir perdiendo el tiempo era largarme y buscar otra escuela. Al menos puedo decir que aprendí a valorar lo que es una verdadera educación... lejos de aquí.